domingo, 30 de noviembre de 2008

l-a-t-i-d-o-s

Sabine no se había puesto ningunas medias nuevas. Sólo llevaba una camiseta negra básica de su armario
–si, quizás con sugerente escote-
cargada hasta las pestañas de atrezzo vital y ni siquiera le había dado tiempo a ponerse las lentillas esa mañana. Estuvo recogiendo su habitación antes de salir. Recolectando basura. Le resultó curioso que aquel mismo kleenex que él utilizó para limpiarse el semen de su tripa fuera el mismo que ella había utilizado para llorar por él dos días atrás.
Aquel día Sabine volaba.
Volaba por la calle sobre las hojas que aún no había dado tiempo a que barrieran. Se había sentido así en algunas otras ocasiones, pero aquel día le puso nombre.
Todo era sexo.
Lujuria se había hecho con sus horas y la seducción era la única regla a seguir porque sus dados sólo tenían una cara.
Porque cualquier otra cosa hubiera sido imposible.
Los labios de rojo, claro. El resto daba igual porque todo era posible.
Sentía
, pero ante todo era.
Disfrutaba del contacto de las yemas de sus dedos contra las teclas del ordenador,
casi respirando sin pulso,
o el PULSO a.c.o.m.p.a.s.a.n.d.o. los golpes…
Sus tobillos intimaban bajo la mesa a ritmo de latidos, de cada uno de los que la miraban.
Ellos lo sabían.
Ella descompuesta en átomos de mesa, hojas, l-a-t-i-d-o-s contra pulmones, segregación en feromonas, en miradas de piel y clac clac clac… la vida.
Sintiéndose más, porque es más todo.


jueves, 20 de noviembre de 2008

Fallido

Una lágrima corría por su mejilla mientras oía la lejana voz del médico fuera de su cabeza.

- Se encuentra estable. Pero no sabemos si se despertará algún día.

Cuando se quedó sólo frente a él, las palabras apenas salían de sus labios.

- Lo siento, padre. Debí apuntar mejor.