lunes, 11 de agosto de 2008

Atrás...

Lo que dejaba atrás cerrando aquella puerta no lo supe hasta mucho después; la mochila al hombro, el bolsito en el otro y una mirada al patio mientras dejaba las llaves en el buzón. En el asiento del vagón, la mirada centrada en el suelo granulado del metro, echando un ojo de vez en cuando a la parada, con la mente perdida en las últimas semanas. En el par de transbordos la energía se me fue esquivando a los pasajeros, tratando de retener pensamientos, concentrado en todo lo que no entendía de lo que había pasado. Algunas veces hay que esperar, recordaba de aquel libro de Murakami; otras no, me dije, otras hay que alejarse, de la podredumbre, del hastío, de la estabilidad. Méndez Álvaro. Me quedé absorto delante del panel, salían en menos de media hora más autobuses de los que podía retener. Cuando no se tiene muy clara la meta, da igual el camino que uno coja. Cuando la meta está en uno mismo, con mayor motivo. Localicé el más lejano, me dirigí a la ventanilla y compré un billete, ante la extrañada mirada de la vendedora -aquí todo el mundo debe comprar el billete una semana antes -pensé. Compré una botella de agua, bajé al andén, dejé la mochila en el portaequipajes y, frotando la hoja de eucalipto de mi bolsillo, subí al autobús.

1 comentario:

Borja Echeverría Echeverría dijo...

Muchas veces nos quedamos anclados en lo que dejamos atras, cuando la verdad es que la vida se puede resumur con 2 palabras: sigue adelante.
En fin, buen texto, lo de las 2 palabras no es de mi cosecha pero no se donde lo leí y quedaba bien en este caso jaj.

Saludos.