viernes, 10 de octubre de 2008

BAILES INDIOS

Sally entreabre perezosamente un ojo, y sonríe cuando vislumbra entre las legañas a su bravo. Nube Amarilla, nunca hasta anoche había dormido en una cama, ni había hecho el amor dentro de unas paredes que no fueran de piel de bisonte. Sally, ya algo más despierta, aparta el edredón y recorre con la mirada el cuerpo de su bronceado guerrero, de su puma, de su coloso de la reserva. Y pensar que yo quería ir a Cuba, se dice con una nueva sonrisa en los labios. Esto de tener amigas antropólogas es impagable.


Unos minutos más tarde, Nube Amarilla se despierta, masculla unas palabras en lakota, se levanta brioso y camina hacia el cuarto de baño. Sally ve alejarse su cuerpo desnudo por el hueco de la puerta, y suspira de placer.

Poco después, el suelo de la casa retumba con un rítmico estampido, mientras unos estridentes gritos traspasan las paredes.

-¡No, cariño! –Sally se levanta de la cama, muerta de risa -. ¡No hace falta la danza de la lluvia para abrir la ducha! ¡No te preocupes, ahora te enseño el mecanismo!

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