miércoles, 13 de febrero de 2008

UN ROBO ABSURDO

Esther se sorprende cuando llega a su coche. Recuerda, sin un asomo de duda, haberlo dejado perfectamente cerrado –de hecho, es una mujer muy meticulosa, y después de aparcarlo siempre chequea que esté todo en orden-, y ahora la puerta está entornada. Y además, pronto se da cuenta de que la cerradura ha sufrido desperfectos.

Entra en el coche y, sorprendentemente, todo parece en orden. Los papeles siguen en su sitio, el CD está intacto, la tapicería no ha sufrido daños, y ninguna de las cifras del cuentakilómetros ha variado. Esther está intrigada, no acaba de entender el motivo de la agresión que ha sufrido su utilitario.

Hasta que se percata de que falta la barra antirrobo.

No puede ser, se dice Esther, no pueden haber entrado en el coche para llevarse ESO. Una barra de andar por casa, la más barata que vio en el hipermercado, no tenía adornos ni incrustaciones de diamantes para hacerla atractiva. Ni siquiera estaba especialmente limpia, recuerda un poco avergonzada.

Pero, por más que mira y remira el coche, no nota la ausencia de nada más.
Al cabo de unos segundos de perplejidad, Esther rompe a reír, y saca el móvil de su bolso para contárselo a todo el mundo.

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